sábado, 22 de mayo de 2010

Entrevista Capítulo del libro Gargantilla

ENTREVISTAS

Una vez llegado a este punto siguiendo la tradición oral, pues escrita no hay mucho más, vamos a echar mano de las confesiones de uno y de otros que nos servirán para ver cómo es mi pueblo viendo cómo fue la vida de unas cuantas familias y así llegaremos a ver cómo es la gente y sus historias.

Eulalio y su mujer. image

El nueve de diciembre de 1921, nacía Eulalio, el mayor de los cuatro hermanos que tuvo el matrimonio formado por Paulino y Patrocinio. Los otros tres eran Marcelina, Pilar y Paulino (este último a pesar de ser el más joven hace unos años que pasó a mejor vida). Su padre había estado sirviendo, en la Granja hasta que fue a cumplir la mili o servicio militar, Este amo, pues en aquellos tiempos eran amos auténticos, tuvo un hijo entre sus vástagos que era maestro de escuela y que por azar o no, ejerció un tiempo en Gargantilla. Cuando el padre de Eulalio se casó al venir de cumplir el servicio y el hijo de ese amo ejercía de tal en el pueblo y por las relaciones que había tenido con el padre de este, cuando tuvo cuatro años Eulalio se le llevó a la escuela, de tal manera que cuando cumplía los seis, edad a la que se empezaba la escolarización él ya sabía leer y algo más y eso era en 1927. Pero como pasa en tantas ocasiones muy pronto vino la tragedia y empezó la vida a jugarle una mala pasada.. Estaban haciendo corta de robles, no importa donde, cuando un día cortando un árbol que tenía una sola rama y al caer, la fatalidad que está en cualquier lugar o en todos, esa rama digo fue la que causó la muerte de su progenitor. Pero la desgracia no vino sola, pues no había pasado mucho y otro hermano de su padre corrió la misma suerte y de forma parecida.

La muerte del padre cuando acaba de cumplir los seis añitos, no le auguraba muchas alegrías sino todo lo contrario, pues aquí empezaba su vida adulta a pesar de tan corta edad, ya que muy pronto a los ocho años por ser el mayor se veía avocado a empezar de alguna forma su vida laboral si por ello entendemos empezar a ganarse al menos parte de su sustento algo por otra parte muy común en aquellos años de la primera parte del siglo XX y así ayudaba a su madre a alimentar las bocas de esa familia compuesta por los cinco. Debido a la edad y sus pocas potencias físicas no era mucho lo que podía hacer solo y por eso su labor era ayudar en acarrear serojas, para la tahona de los colorines, que era la que había en el pueblo en la calle Aldeanueva del Camino junto a la casa Nº 44 y que estuvo funcionando durante muchos años. Había un gran montón de esas ramas en el prado que está ahí pegado, Después ese prado al desaparecer la tahona fue huerto y ahora ha vuelto a ser lo que fue. Con las serojas se calentaba el horno donde luego se cocía el pan diariamente.

De ese lugar tengo un recuerdo de niño que siempre me ha acompañado. Un día, alguien, no sabemos si con intención o no, pero el hecho fue que se prendieron las serojas empezando por la entrada. Ya vivíamos en la casa que tengo en el pueblo aunque ya restaurada varias veces. Mi madre vio como se iniciaba el fuego y llevada por el nervio cogió una tinaja llena de agua, de esas que se tenían para almacenar agua en casa y que todavía conservo, pues todavía no había agua corriente y con ella salió y la vació como pudo y entre ella y otros que acudieron al lugar se consiguió apagar el incendio que de no haber sido así tal vez se hubiera quemado mi casa y de haberse extendido incluso la tahona.

En tiempos posteriores a la guerra era por decir de alguna forma la tahona oficial pues de allí salían los panes que durante un largo periodo se despachaba durante el racionamiento. El despacho de pan estaba también en la tienda que yo conocí que tenía el tío Eloy, ahora restaurada como casa.

El local destinado a amasar y cocer el pan, años después se dividió en dos partes, cuyos dueños actuales son Chani y Cesar, destinados a corral ambos.

Ese niño, Eulalio, ya había crecido y tenía catorce años cuando empezó a ir con sus tíos a aserrar madera. Durante muchos años en el pueblo hubo un grupo de aserradores que recorrían la geografía peninsular y entre ellas, sierras de Guadalupe y Santander. Entre otras cosas hacían traviesas para las vías del tren, pues hemos de tener en cuenta que hasta tiempos muy recientes no se han hecho de hormigón. Con sus tíos estuvo hasta los treinta y cinco en que dejó de aserrar.

A esa edad puso una pescadería con la que compatibilizaba la dedicación a la música. Pero la pescadería no era lo rentable que esperaban y como las sardinas, pescado más vendido no se vendían todas en el pueblo, el sobrante lo repartían además de para el consumo propio a la familia, se compraron un caballo, cuyo costo fue de tres mil ptas, que fueron amortizando poco a poco con una módica cantidad de trescientas pts. mensuales. Con él se dedicó a ir vendiendo por los pueblos como venta ambulante. Me cuenta Eulalio que el primer pueblo donde fue a vender fue Segura de Toro. Ese día consiguió que las ganancias alcanzaran las cien ptas. Y todo contento volvió a casa pues había vendido toda la mercancía. No pasó mucho tiempo y se mecanizó comprando un Citroen-2 caballos, siendo uno de los cuatro primeros vehículos que había en el pueblo.

Pasaron los años y un día tuvo un accidente con él, sin sufrir daños personales pero quedando el coche inservible. Este coche le había costado 80.000 ptas. Su mujer había emigrado a Alemania, juntamente con sus tres hijas, pues el mayor que ya era músico, y de quien recuerdo cuando los martes bajaba a Plasencia por la mañana y subía por la tarde en el martero, y estaba colocado, siendo en la actualidad director de la Banda Municipal de Santander.

El Martero. Era el tren que desde Bejar a Plasencia bajaba todos los martes a primera hora de la mañana, creo recordar que pasaba por Aldeanueva a las ocho. Y por la tarde volvía. Este tren facilitaba hacer cuanto era necesario, incluso que algunos vendedores de productos los pudieran vender en Plasencia, llevados desde los pueblos del valle del Ambroz. En la estación de Plasencia eran llevados hasta la Plaza de esta ciudad, al mercado de los martes que desde siglos antes e incluso ahora se venden. Era trasportados en caso de productos del campo en carretillas, pues entonces no había otro medio. Aunque sí conocí a alguien que hasta hace pocos años se dedicaba a eso y lo hacía con un motocarro.

Todos los pueblos del valle del Ambroz gozaban del privilegio de poder hacer ese trayecto y acercarse a Plasencia a hacer sus compras y cómo no algunas ventas. Empezaban en Bejar y continuando por Cantagallo y Puerto de Bejar, de la provincia de Salamanca y continuando por los otros más cercanos como Baños ,Hervás, Valdelamatanza ya de Cáceres. Un poco más lejos de la Estación de Aldeanueva a la que acudíamos además de Gargantilla, y Abadía, e incluso Segura de Toro. A la de Casas del Monte se acercaban Granja, Zarza la Mayor y los propios de las Casas y la siguiente la del Villar de Plasencia , los pueblos del Villar y los de Cabezabellosa, desde donde la distancia era muy considerable y que al ir atrochando los siete kilómetros eran reducidos pero así y todo muy lejos y sobre todo teniendo en cuenta que estaba ese pueblo arriba en lo alto de la sierra . Otro pueblo era Jarilla. Y el último antes de llegar a Plasencia Ciudad, nos encontramos a nueve kilómetros de la ciudad con el apeadero de Oliva-Almendral.

Eulalio había llegado a la edad de 50 años. Había empezado la década de los 70. Estaba a punto de comenzar la era de los problemas del petróleo, una gran recesión económica en los años 72 y siguientes. Ya la gran emigración de los españoles a diversos países de Europa estaba llegando a su fin. Hasta esta fecha desde los años sesenta, habían salido casi dos millones de conciudadanos y muchos de ellos eran de mi pueblo, incluyéndome a mí. Los destinos más comunes eran Alemania, Francia y Bélgica. Y dentro de la península, Madrid, Barcelona, Durango y los menos a Vitoria.

Qué tal en Alemania? Le pregunté.

Y como respuesta lacónica dijo: Si hubiera estado más cerca, a los ocho días me hubiera venido. Pero no fue así. Y allí trabajó con su mujer y todas las hijas unos años hasta que ahorrando, ahorrando compraron un local en Santander donde pusieron un supermercado que sigue estando a su nombre aunque lo llevan dos de las hijas con ayuda de sus maridos, pues la más pequeña casó con un gallego y viven en Galicia. El matrimonio permaneció en Alemania en la fábrica de embutidos hasta los sesenta y cinco años, momento en que retornaron ya jubilados a Santander donde residen salvo el poco tiempo que en verano pasan en el pueblo, siendo sus estancias cada vez más cortas pues su edad ya no se lo permite.

Ahora viven en Santander y vienen en verano donde pasan unos meses.

A pesar de tantos trabajos, tragedias y contratiempos me atrevo a decir que siguen tan enamorados como dos adolescentes, con buena facultades mentales aunque físicamente ya van bajando, como no puede ser de otra manera, pues ya son ochenta y cuatro y ochenta y tres respectivamente.

Ya desde muy joven era aficionado a la música, lo que explica que cuando estalló la guerra civil, estuviera tocando en unas fiestas en Jerte acompañando a su tío Antonio, de donde tuvieron que volverse para el pueblo. Había empezado a tocar con el marido de su tía María, Antonio a la edad de doce años. Su tío que era de Hervás, de familia humilde, un currante normal y dedicado a la música como acabamos de ver. Eulalio empezó tocando la flauta Travesera, clarinete y saxofón que compatibilizaba con el de aserrador.

Me cuenta que a la edad de veinticinco años ya estaba casado con Teodora, que está presente en la entrevista. Y ambos me describen cómo compraron el saxofón. También nos acompaña la cuñada, Consuelo, hermana de Teodora.

Fuimos a Hervás y sacamos un crédito que avalamos con todos nuestros bienes, mi hermano Pelayo y yo, dice Consuelo. (Supongo sería Caja de Extremadura pues era la única entidad bancaria que en esos momentos había en dicha localidad, entidad que se había formado con la aportación del obispo de Plasencia de 20.000 ptas, fundada en 1906 ). Nos dieron las seis mil ptas, moneda corriente en ese momento, sigue diciendo Consuelo. Nos volvimos al pueblo con el dinero, andando al igual que la ida y al día siguiente los tres nos fuimos a Madrid, a comprar el instrumento.

¿ No les dio miedo ir con tanto dinero en mano?

No, contesta Teodora.

¿Qué les dio esa fuerza?

Supongo que la ilusión, me respondió.

Él ya vivía en parte de la música como hemos dicho antes.

Me sigue contando la esposa, que se metió el dinero entre los senos en una bolsa que llevaba atada con un cordón al cuello con lo que disimulaba muy bien. El viaje se les hizo muy largo, además de que ir en tren en aquellos tiempos ya lo era en sí mismo y sobre todo llevando esa cantidad de dinero y sin conocer nada pues era el primer viaje que hacían a la capital. Lo compraron y ya ilusionados volvía contentos y cuidando el instrumento que iba a servir para vivir de ello. Sigue tocando el saxofón a diario como si de un alumno se tratara pues ya lo hace por jobi a sus 85 años.

En un momento de la conversación la pregunto qué era aquello que me quería contar de los lobos y me lo cuenta.

Había venido a tocar al pueblo, aquel domingo, como de costumbre desde la corta de la Fuente del Espino. El camino que siguió para volver al trabajo fue por San Bartolomé, pues vivían en la casa donde ha vivido Paulino hasta su muerte, en un rincón que hay al final de la calle de Hervás a la salida a la mano izquierda. Siguió el camino que lleva por la Peña Llana, siguiendo las Peñas Altas y toda la Solana. Era media noche cuando empezó el camino después de terminar la fiesta. Al salir del pueblo no tardaron en unírsele compañeros un poco extraños. Era una pareja de lobeznos. No se le separaron y paso que él daba ellos también. Ya había llegado al Puerto de Honduras. El miedo no le dejaba caminar como otras veces. Pero ya estaba en la cumbre. No se le acercaron tanto como para tenerles paura ( miedo). Hizo fuego y se alejaron un poco. Estaba esperando que viniera el día para terminar de llegar a su destino que por otra parte estaba al alcance de la mano, a tiro de piedra. Vino el día y desaparecieron.

Por fin un poco más y ya sin acompañantes llegó al corte y contó lo que le había sucedido.

No vuelvas de noche le encargó encarecidamente el encargado. Y a partir de aquel día cuando volvía los domingos, dormía en casa con su mujer a la que le entregaba las cien pesetas que le daban por tocar cada día que lo hacía y al amanecer iniciaba el camino a pesar de que ello implicaba que perdía media jornada. Se llevaba comida para toda la semana. Los demás lo hacían para más días aunque cuando venía alguien siempre transportaba algo para los otros. Su mujer atendía la poca hacienda que tenían, al igual que las esposas de los compañeros.

Había llegado el momento de preguntarle algo que me parecía que iba a ser tenso y quizás no me iban a responder pero no fue así.

¿Me podéis contar algo de Antonio?

Era el marido de su tía María. Era miembro activo de la C.N.T. en Hervás, de donde era natural. Al proclamarse el alzamiento nacional todos los movimientos de trabajadores tuvieron problemas y este no iba a ser menos. Todos fueron disueltos y sus miembros empezaron a ser encarcelados unos y otros muertos, asesinados. Algunos, si les dio tiempo optaron por desaparecer echándose al monte y él fue uno de estos últimos. Los tres pueblos que poseen parte de este monte del Rey, son Hervás, Aldeanueva del Camino, Gargantilla. El suelo es estatal y el usufructo de los vecinos teniendo una parte dentro del término de sus respectivos término menos el de Hervás cuyo titular es el Ayuntamiento.

Un día se encontró en uno de los caminos con una señora de Gargantilla y le dijo;

Dile a María, mi mujer, que mañana al anochecer voy para casa y allí estaban esperándole al día siguiente. Era noche de aire y lluvia. Durante un tiempo había estado en el monte pero el invierno se acercaba y salió del monte volviendo a casa donde estuvo siete años sin dar señales de vida, aunque ya andaban tras él, pero sin encontrarle. Vino a nuestra casa. Aquí convivimos todo ese tiempo. Éramos pequeños, siendo yo el mayor, con catorce años y todos mis hermanos más pequeños. Mi hermana Pilar tenía sólo ocho años y supo guardar el secreto durante todo este periodo que estuvo sin ser descubierto. Y al final lo fue pero por sospechas, porque una vecina oía toser a alguien que no lo identificaba como miembro de los de la familia. Él ayudaba a coser en casa pues su mujer era modista y hacían ropa no solo para el pueblo sino para otros. Había fabricado una gatera en el tejado por donde salía cuando alguien venía a casa. La señal era una canción. Pero un día después de chivarse esa vecina cuyo nombre omito, aunque si me lo han pronunciado, vino la guardia civil y no sólo una pareja sino muchos y rodearon la casa. Ya sabían que estaba escondido ahí. Alguien se encontró con la autoridad militar (la guardia civil) según subían la calle de las escuelas arriba.

-Vamos a cazar al Gato oyó y creyó iban de caza, pero no fue así pues no había pasado más que unos minutos y ya bajaban con Antonio, que apodaron El Gato y con cuyo apodo se quedó para siempre.

Sigue Eulalio y su hermana Pilar contando. Le llevaron al ayuntamiento donde le retuvieron una semana, para luego trasladarlo a Cáceres donde estuvo tres meses antes de quedar en libertad y así entre un tiempo y otro desde que empezó la guerra habían pasado nada más y nada menos que casi ocho años. Ya era el año cuarenta y cuatro. El que saliera de prisión, cuando aún no había terminado la represión, parece se debe a que influyeron además de Don Valentín[1], párroco del pueblo, los informes del Ayuntamiento, y hacen mucho hincapié el cura de Hervás, arcipreste. Ya se notaba la influencia del clero.

Eulalio sigue recordando, cómo en esos días que estuvo su tío político en el Ayuntamiento, todo el pueblo le llevó de todo y fueron días de abundancia gastronómica.

A la pregunta que le he hecho sobre la guerra y la mili, me responde que por poco no le enrolaron en ella, pues cuando se terminó le quedaban pocos meses para cumplir los dieciocho, edad a la que se fueron los últimos. Y a la segunda parte de la pregunta respondió que se libró por ser hijo de viuda. Los huérfanos estaban exentos de este deber para con la patria.

Hay otra pregunta que está en el aire pero que ya me habían comentado otras personas era sobre un personaje del que yo había odio su apodo pero que nada sabía sobre él o casi nada.


[1] Otras informaciones sobre este sacerdote, indican que acogió también a Don Bernardo, cura de a

Aldeanueva del Camino, de Parte de Arriba, e incluso había ayudado al Maestro del Pueblo que era de izquierdas, un tal Don Emilio, pues en Aldeanueva si hubo represiones y muertes, al contrario de Gargantilla donde no fusilaron a nadie, pues hasta para esto estaba un poco fuera del radio de acción de las comunicaciones .

No hay comentarios:

Publicar un comentario