viernes, 11 de junio de 2010

Poeta Gargantillano

11º.- MANUEL BARBERO BARBERO. Nace en Gargantilla, 1955, en la calle José Antonio, más conocida como barrio Perché.

Estudia la Enseñanza Primaria en el pueblo hasta los 11años con Don Emilio. A esa edad se marcha a estudiar bachillerato en el Seminario de la Orden Trinitaria. Cursa 1º y 2º en Alcázar de San Juan(Ciudad Real).3º y 4º en el Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar (Jaén) y 5º y 6º de Bachillerato en Antequera (Málaga).

Vuelve a Cáceres para estudiar COU y Magisterio en la Escuela Universitaria del Profesorado, donde consigue el Acceso Directo (No necesita examinarse de oposiciones) al obtener la calificación global de sobresaliente durante la Carrera. Una vez cumplido el Servicio Militar en Madrid, trabaja como profesor en Zorita, Ahigal y Navalmoral de la Mata (Cáceres). Se traslada a Andalucía, e imparte clases durante 4 años en La Línea (Cádiz). Desde entonces vive definitivamente en Algeciras, donde sigue como profesor en la actualidad.

Está casado y tiene dos hijas.

A mediados de los años 90 comienza a escribir poesía. Ha dado varios recitales poéticos en Algeciras: Café Teatro, años 2000 y 2004. En la Delegación de Cultura del Ayuntamiento y en el Circulo Cultural del Casino de la Ciudad, años 2007 y 2008.

Algunos de sus poemas han sido publicados en el Suplemento Cultural del "Europa Sur", periódico del Campo de Gibraltar.

Pertenece al grupo de poetas del Ateneo Cultural de Algeciras.

Algunas de sus posías:

ESTÍO

Agosto.

Ciega la luz.

La calor abrasa el aire.

Candente fulgor en el pueblo.

Fuego y silencio en las calles.

El reloj de la plaza

da las cuatro de la tarde.

Sobre un poyete de piedra

y una pared por respaldo,

un viejecito dormita

con la cabeza hacia un lado.

En las afueras,

pasados los arrabales,

un perro vagabundea

por los ardientes eriales.

El pobre campo,

siempre abierto a la intemperie,

mustio y solo languidece.

Sólo algunos olivos,

con sus troncos retorcidos

entre secos pastizales,

le ponen algo de vida

al desolado paisaje.

Sobre el baldío agostado,

canta la estoica chicharra

monótona y estridente,

y en la estrecha carretera,

sube febril la calima

desde el asfalto caliente.

De cuando en cuando,

sobre el bochorno inclemente,

ruta un moscón por el aire

con zumbido intermitente.

Otra ,

PAISAJE BLANCO.

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Amanece...

Está nevando.

Mansamente caen los copos

en trazos de algodón blando.

Por el cielo...

gris apacible dormitando,

tenuemente, se vislumbra

el mudo vuelo de un gorrión despistado,

y en la nieve se entreoye, como en sueños,

el lento y afelpado gotear de los tejados.

A lo lejos,

alguien cruza la plaza solitario.

Silencio y quietud en las calles

tras el límpido esclarecer blanco.

Mirando desde arriba, en el collado,

el pueblo sueña en el valle

bajo un purísimo manto.

¡Belleza y armonía entrelazadas

entonando el

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